3.3.19

Silencio

A veces ocurre que nos desbordan las circunstancias y no podemos más. A veces sentimos que nos ahogan, que necesitamos huir. A veces nuestra casa deja de ser nuestro hogar y pasa a ser un lugar frío en el que la tensión se puede cortar. A veces no te ves capaz de irte, y te come la situación, y te hunde. Y a veces consigues salir por la puerta y respirar.

Hoy, que comienza un nuevo año, he vuelto a caer en todos los errores que he intentado dejar atrás en los últimos meses. Todos, en un solo día. Y he vuelto a caer en el pozo. 
Al final conseguí salir por la puerta del lugar que alguna vez fue mi hogar, y he acabado en el sitio más insospechado. Escribo estas palabras desde una iglesia. 

La verdad es que estando aquí, en silencio, en medio de estas inmensas paredes que se elevan más allá de donde alcanzan mis ojos húmedos y hundidos, por un ratito me he sentido en casa. Tranquila. Acogida. Siento que puedo entender a todas las generaciones que se han reunido en este mismo sitio en busca de esperanza. No creemos en lo mismo, pero compartimos la necesidad de ese diálogo interno para calmar nuestras penas.

Hasta que la magia del momento se ha roto cuando un cura ha encendido todas las luces, y la gente ha comenzado a entrar. Parece que aún hacen misas aquí, y ha llegado la hora de que vuelva a la realidad.

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