11.8.11

Sabina

Puedo ponerme cursi y decir que tus labios me saben igual que los labios que beso en mis sueños.



Ese momento de la madrugada
cuando ya se ha bebido todo el vino del mundo
y no queda en el alma más que el terco deseo
de dormir abrazado a un cuerpo conocido.


Me costará ¿qué quieres que te diga?

Y aquí me veo, después de tanto tiempo. La necesidad de desahogarme me trae de nuevo.

Yo no quería, pero fue tan fácil enamorarse de ti... Yo ya sabía lo que había, no tiene sentido esperar una relación cuando hay fecha de caducidad. Pero sé perfectamente por qué ocurrió.
Me acostumbré a dormirme entre tus brazos, a oír tu respiración, a ver tu rostro, a besar tus labios... y a los detalles que te hacían único. La forma en que corrías porque llegabas tarde, lo mucho que hablabas cuando estabas "exaltado" (y lo poco el resto del tiempo), las extrañas aficiones que te apasionaban, los amigos a los que abandonabas por verme, las canciones que nos cantábamos, el baile semidesnudos en mi salón bajo la luz de la luna...
Pero, sobre todo, como olvidar tu gusto por viajar. Cómo olvidar que ahora mismo ni siquiera estás en el mismo país que yo. Cómo olvidar que seguirás sin estarlo durante 6 meses...
Nunca fuimos nada más que dos desconocidos que coincidieron temporalmente durante unas cuantas noches. Nunca seremos más que eso. Nunca dejaré de recordar que me diste el mejor verano de mi vida, y que solo pudo ser eso.

Precisamente cuando quieres olvidar el amor, se te presenta en la puerta con mas fuerza que nunca. Y yo soy incapaz de decirle que no. Quizás nunca llegue a decírtelo, pero te quiero.